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En un rincón del arrabal la vi rodar
y sus ojitos verde mar tenían huellas de llorar.
Marchita flor que ya perdiera su color
por un capricho del amor que la dejó en la perdición.
Sola quedó desamparada y sin amor,
y sólo Dios sabrá si tiene salvación.
Y en un rincón del arrabal tendrá que estar
su corazón no puede amar, ha de morir sin olvidar.
Tan sólo yo que la quería y la adoré,
al verla así también lloré, como la noche en que se fue. |
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